miércoles, 21 de mayo de 2008

Condena

Entre la penunbra se divisa una estela perversa
y por las capas de los árboles se transpasan
los fríos rayos de luna redonda y blanca
que gobierna el basto cielo de la noche
y se esconde en cada horrible madrugada.

Nuestra espera maldita nos carcome la poca alma
que aún está aderida a nuestros cuerpos
porque la carne de a poco se va pudriendo
y deja su hedor inmundo en la cama.

Faldas escocesas cuelgan de las persianas
rústicos detalles adornan la vieja guarda
que esconde tras sus fibras de porcelana
enredadas de historias hechas escarcha.

La copa de cristal se vuelve añicos
el vino cae contra el duro piso
y embarra las heridas impregnadas de diamantes
que brillan en los ojos de todo aquel que los reclame.

Aborrecible condena que combina todo lo hipócrita
de esta corta vida que nos envuelve ahora
cosida con las lágrimas de cada espera
que se consumen entre los gritos de la hierba.

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