Tomo mi bicicleta y mi buzo compañero,
un poco de dinero en el bolsillo por si debo,
y mis ganas de vivir en la falda de carmín.
El bolso cargado de recuerdos está,
la memoria se esconde en el placard
y los sueños se quedan donde están:
en la fría almohada del desván,
donde nunca nadie los ha de hallar.
Una pañoleta se enreda en el manubrio
y yo la ato para que no se escape,
para que ondee al viento por el camino
para que marque este nuevo recorrido.
Voy dejando atrás mis penas
el rencor ya no tiene manera de entrar
en mi pobre corazón, que quiere volar.
Cartas escritas por mi mano
en una carpeta he de guardar,
son mis secretos y mis engaños,
son las que nunca me han de dejar.
Con la nostalgia ahogándome la vida
y la respiración entrecortada de tanto guardar
gruesas lágrimas saladas
que yo no puedo dejar escapar.
Miro a lo lejos y veo mi pasado,
que me persigue como un condenado,
yo lo acepto en mi vieja vida
pero lo mantengo alejado de mis nuevos días.
Paso el umbral de los llantos perdidos,
y bajo de mis hombros la niña
que alguna vez habré sido;
le digo que cuide de mis acciones
y mi alma aniñada e ilusionada,
Pues la única cosa que me queda en estos momentos
es la ilusión de empezar de nuevo,
de volver a vivir sin miedos...
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