buscar el suelo
la tierra mojada
y no saber cómo
algo crece
se arremolina como empujado por el viento
junto a residuos de otoños pasados
telarañas secas y sangre
se envuelve a sí mismo
sin saberse
sin sentirse siquiera
y poco a poco contamina
se vuelve hiedra espinosa alrededor de mis dedos
va abriendo surcos en mi piel
pare ríos de hierro y restos de aromas primaverales
que quedaron atrapados entre cuerpos vacíos
carentes de alma o de dolor o de desgarros
portadoras de un solo ojo hambriento
que busca furtivamente el cadáver de esas noches tibias
en donde manos y bocas y tragedias se unen
en un sediento suicidio
y se desintegran y se arman nuevamente
como piezas de un juego
que no encajan perfectamente
y después se despiden
en un abrazo efímero donde
ninguna lágrima nace ni muere
un simple adiós sin remordimientos ni esperanzas
el saber que mañana ni pasado volverán a verse
y esas bocas y esas manos y ese ojo
-ahora inmóvil, horrendamente satisfecho-
buscarán otros cuerpos vacíos
otros brazos en los que caer
otra cuna en la cual revolcarse cual bestias
devorándose sin deseo
bebiéndose la sangre
rasguñando sus propias médulas
apresándose en el estrepitoso sentimiento de libertad
y después el silencio
el café caliente y el diario
el sonido de la selva marchita
de los animales mecánicos
de las horas -espantosas, interminables-
y eso que crece
y duele
y sangra
1 comentario:
a veces, la vida
leí esto y sentí que leía algo bastante de mi vida
pero más allá de eso, escribís increíble
un saludo cordial
claudia
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