sábado, 17 de agosto de 2013

diminuta

Llevaba una muerte en el bolsillo. Los labios secos, el alma seca, como tendida al sol a pleno mediodía. Hambriento de todo, la mano escondida cuidando la muerte -su muerte-, que no se escape, que no caduque, que no se olvide, que no. Cruzaba mirando a ambos lados, trabajaba en silencio toda la mañana, toda la tarde, dormir toda la noche, y la mañana, la noche, el olor de las uvas, la pequeña muerte, el hambre. Caminar en círculos frente a cajones llenos de papeles, vacíos de recuerdos, muertes diseminadas, un colchón en el piso, noche, colchón que espera el cuerpo abatido, abatido el colchón en la espera del cuerpo, colchón que el abatido cuerpo espera. No hay más que dos caras en la noche, rostro blanco rostro con manchas rostro de pequeña caja en el bolsillo y las muertes diseminadas en los rincones, durmiendo. Cruza mirando, trabaja, tiene las uñas negras como las uvas envasadas que no son ya uvas ni son negras, y la muerte en el bolsillo, la primera edición de los 20 y ahora el papel chamuscado. Habrá de saber, habrá de soñar en el colchón, habrá miedo, vacíos, pasado, dedos sin manchas, rostro blanco en la cuna y ahora la mano en el bolsillo la calle que aleja el humo de la boca hambrienta la pequeña muerte abrazada por los dedos, la muerte diminuta, tibia enroscada en la mano, la muerte pequeña frente a otra, la muerte grande fría frente a la caja, cruzar sin mirar


la muerte.


1 comentario:

Serpiente de aura dijo...

Dulce como una molécula de cianuro.